No gracias, ya tengo un gatito.

Mi trabajo en oficinas comenzó a los 16 años, cuando un día de tantos acompañé a mi hermana a su trabajo, me conoció su jefe, y a las pocas semanas me ofreció trabajo de recepcionista, y a pesar de los comentarios negativos de mi carnalita de que era un histérico con toda la extensión de la palabra, acepté rete gustosa.

Curiosamente meses después, mi jefe, 13 años mayor que yo, me tiró el perro, así, sin más preámbulos, y acepto que no estaba nada mal el “jovenazo”, pero al igual que la canción, podría ser el hombre perfecto, si fuera soltero… chale. Eso no fue pretexto para no seguir trabajando ahí, me encantaba mi trabajo y llegué a entablar una relación laboral con mi ex jefe muy fregona, mientras no se prestara nuevamente a mal entendidos no habría nada qué temer. Por equis cosas, no, no por equis, mas bien por las exigencias sobrehumanas, me salí de ahí después de dos años, y antes del mes de ya no trabajar ahí, el que me tiró el can fue el hermano de ex-jefe, 15 años más grandecito que yo, ja, poca cosa… no?

Después de varias salidas, el cuate de unos amigos, casado y bastante grandecito, me avienta su rollo seductor no sin antes decirme "¿Vamos a tomar un helado solos?", jajaja, este fué el más simpático, eso de los helados no se la cree ni una nena de 14, bueno, chance y sí. Desde esa vez mi hermana y yo lo apodamos "el señor de las nieves", juar.

A los 20 recibí otra “propuesta indecorosa”, ahora de uno de 44, ándele, también como la rola de “40 y 20” nomás que un poquitito más pasadito de añejamiento.

Fíjese usted que curiosa la cosa, otro igual de curioso señor con el que tenemos relaciones laborales, hace un par de meses me invitó a cenar después de –curiosamente- haberse equivocado en el marcado de radio y en vez de haberle marcado a mi jefe ¡me marcó a mi! Ah qué señor tan… despistado, sí eso, despistado. Como era noche le agradecí la invitación pero le dije que no podía, que estaba por salir con mi novio (si supiera que ni tengo galán y que en realidad estaba viendo Los Simpson).
No sé como, pero se dio cuenta que eso de mi novio era tan real como una lombriz con cabello rubio, y ayer me dejó este cómico mensaje en mi messenger:

“bueno, cuando andes de humor para platicar con un hombre casado-maduro y LIBRE, ya sabes que hay una invitacion firme”

¡Zaaaaaz! Qué perseverante, cualquiera de haberse enterado habría agarrado la onda de que no es de mi interés… pero me queda una duda, ¿es casado o libre pues? Aunque eso, tampoco me interesa.

Lo que me pone a pensar, es cómo esto de recibir propuestas de hombres casados y un poquito (nomás poquito) mayores que yo se está convirtiendo en una constante; y tampoco dependo de un hombre para sentirme mujer, pero me doy cuenta de que recibo más propuestas de hombres “prohibidos” que de chicos adecuados a mi edad y que los pocos chavos que lo han hecho terminan decepcionandome.

Siempre me he preguntado por qué fregados soy imán para hombres fuera de mi alcance, incluso podria decir que todas esas propuestas eran muy tentadoras y no lo digo porque hubiera podido sacar provecho de ello -me llegaron a ofrecer depas, pero no estoy a la venta gracias-, sino porque algunos de ellos son (o eran en ese entonces) hombres verdaderamente interesantes y atractivos, pero con un muro bastante grueso de separación, algo así como el muro de Berlín.

Ahora ¿qué seguirá?